Una Navidad Inolvidable
En medio del denso
aire que la rodea, se extiende a los pies de una montaña, una pequeña ciudad de
antaño, con sus calles congeladas iluminadas por sus casas -las cuales parecen
ser de juguete- que se observan en cada esquina por donde vas. Sus techos llenos
de letreros adornados debajo de los cuales a duras penas se sostienen
corpulentos y húmedos árboles de pino, pero que van perfectamente ornamentados
por el corazón de cada familia. Sus habitantes van caminando por todas partes y
a pesar de la larga rutina que los espera, puedes sentir la calidez y la
felicidad en su andar. En medio de tanto frío y la nieve que la rodea, al ver
esta pequeña ciudad, con subidas y bajadas al fondo y pequeños callejones a los
lados, puedes sentir la calidez de un hogar, puedes sentir en verdad que te
encuentras en casa.
Era un día más en
la vida de Juanito, el sol brillaba a lo lejos, y se podía observar en la
ventana a los pajaritos cantando. Él siempre se levantaba muy temprano a ayudar
a su mamá en casa. Ese día era víspera de Navidad y podías observar a todas las
personas andando felizmente por los callejones, llevando regalos de aquí para
allá. Juanito se disponía a comprar los regalos para su familia. Todo el año
había trabajado incansablemente y todos los ahorros que tenía hasta el momento
fueron destinados para comprar los regalos. Después de terminar las tareas de
la casa, se despidió de su mamá, su papá y sus hermanas y salió a la tienda.
Para su mamá tenía pensado comprar un juego de té, para su papá un juego de herramientas
nuevas y para sus hermanas una muñeca para cada una.
Al llegar a la
tienda, se encontró con una enorme fila que cruzaba la cuadra tres veces, al
parecer todos estaban muy apresurados comprando regalos. Juanito no tuvo más
remedio que pararse al final de la fila y al cabo de media hora, cuando ya era
su turno de entrar, el dueño de la tienda salió a anunciar: “Lo sentimos mucho,
se nos han acabado los regalos y no llegaran hasta dentro de un mes. Tendremos
que cerrar la tienda.”
Juanito junto con
el resto de personas se sintieron muy decepcionados, todos esperaban regresar
con un regalo para sus hijos o su familia, pero parecía que esta Navidad iba a
ser diferente. Estaba a punto de rendirse y regresar a su casa cuando se le
cruzó un hombre barbudo y regordete vestido de rojo que decía: “¡Vengan todos a
visitar la nueva tienda *El taller de Santa*, se encuentra a tan solo hora y media
caminando de aquí!” Juanito, al escuchar tan buena noticia se acercó al hombre
y le preguntó por la ubicación de la tienda, el hombre le indicó que se
encontraba a cinco kilómetros al oeste cruzando la montaña y que si se
apresuraba podía llegar antes del anochecer.
Entonces Juanito
emprendió su viaje, llevaba ya una hora y cuarenta y cinco minutos caminando cuando
empezaba a ponerse el sol y a hacer cada vez más frío, pensó por un momento que
el hombre lo había engañado cuando divisó a lo lejos un letrero grande con
pequeñas luces de colores por los bordes que decía “El taller de Santa”.
Observó como pequeños hombrecitos entraban y salían apresurados llevando toda
clase de materiales como madera, hilo, estambre o algodón.
Empezó a acercarse
y al llegar a la puerta se encontró con un hombre de baja estatura y orejas
puntiagudas, vestido todo de verde, con zapatos igual de puntiagudos que sus
orejas y con cascabeles en las puntas, y de expresión muy seria, algo parecido
a un elfo, pero no exactamente. Era más bien parecido al hombre que le había
indicado la dirección del lugar, pero más pequeño y flacucho. “¿Qué se le
ofrece?” Dijo el hombrecito muy secamente sin dejar de mirar la lista que tenía
en la mano. Juanito le explicó que venía en busca de regalos para su familia y
al ver que el hombre no se movía o hacía cualquier señal de dejarlo entrar,
Juanito prosiguió a explicarle que un hombre barbudo vestido de rojo le había
indicado la dirección del lugar. Al escuchar estas palabras, la expresión del
hombre pareció cambiar inmediatamente y desde ahí se mostró siempre amable y
atento con Juanito, al principio el no entendió este repentino cambio, pero
luego entendería el porqué. “Después de usted.” dijo el hombrecito y abrió la
puerta de par en par.
Al entrar en la
tienda le resultó prácticamente imposible creer lo que estaba viendo, los hombrecitos
que hace un rato entraban y salían estaban ahora subiendo y bajando por todas
partes, llevando materiales, arreglando juguetes o empaquetándolos, pero
siempre ocupados en alguna labor. La cantidad de juguetes que había en la
tienda era enorme, las repisas rebosaban de juguetes. Muñecas por aquí, pares
de zapatos por acá. Toda clase de objetos, grandes y pequeños. Al fondo de la
tienda, se encontraba un pequeño taburete lleno de libros con sus páginas todas
desbordadas de ellos. A su lado, se encontraba uno de los hombrecitos sentado
en una silla desgastada, revisando los libros rápidamente.
Juanito se acercó al taburete y preguntó por los
objetos que necesitaba. El hombre medio escribió una serie de letras en un
papel y le indicó que se acercara con ese papel a la zona de entrega y dijera
que iba de parte del departamento de archivos. Le tomó un rato hasta que por
fin se encontró con un pequeño letrero que decía: “Zona de entrega”. Le entregó
el papel a otro hombrecito que estaba vestido de morado y luego de esperar un
rato le dio sus regalos envueltos. Juanito le dio las gracias y le pagó con
todo el dinero que tenía. El hombrecito al ver tantos billetes y monedas sobre
la mesa se sorprendió, ya que nunca había visto objetos semejantes. Al ver su cara
de sorpresa, Juanito le explicó que resultaba una forma de pago a cambio de los
regalos, el hombrecito se limitó a sonreír y le dijo que se trataba de un
regalo.
Sorprendido,
Juanito dio las gracias y se dirigió a la salida con sus regalos en una bolsa
cargados en su espalda. A los diez minutos de haber salido, se encontró con el
hombre barbudo vestido de rojo de nuevo. Le preguntó a donde se dirigía y le
propuso llevarlo hasta su casa, lo que él no sabía es que estaba al frente del
mismo Santa Claus así que en vez de subirse en un carro como él esperaba,
Juanito se encontró subido en un trineo llevado por renos y en menos de un
segundo estaba volando por los aires con una hermosa vista de sus alrededores. Fue
entonces cuando comprendió la reacción del pequeño hombre cuando se enteró de
que Santa Claus lo había mandado a su taller.
Mientras iba
volando, contemplaba a diversas familias que se reunían en sus hogares, cómo se
reían y disfrutaban de tenerse los unos a los otros. Después de observarlas por
un rato, se puso a reflexionar sobre lo afortunado que era de tener a las
personas que amaba junto a él, luego miró la bolsa con los regalos y pensó que
nada se podía comparar con el afecto y el amor que les podía dar a su familia,
ni siquiera con los regalos más nuevos y hermosos.
Se iban acercando y
cuando por fin llegaron Juanito le dijo a Santa: “Muchas gracias por tu generosidad,
pero no necesito estos regalos, sé que mi familia me ama mucho y yo a ellos,
sin importar la cantidad de regalos que les dé, nada puede compararse con el profundo
amor que nos tenemos.” Luego le entregó la bolsa con los regalos y se bajó del
trineo, Santa le sonrió y se fue alejando en su trineo.
Juanito entró
silenciosamente a su casa para lo que era ya la tarde del día de Navidad, no se
había dado cuenta de todo el tiempo que había pasado fuera de casa. Al verlo
entrar su mamá, su papá y sus hermanas corrieron a abrazarlo, preocupados le
dijeron: “No sabíamos dónde te habías metido, estábamos muy preocupados por ti.
Gracias a Dios que ya estás de nuevo con nosotros, ahora ven a sentarte a la
mesa que la cena de Navidad ya está lista.”
Al darse cuenta de
que había regresado al día siguiente, Juanito tomó la palabra y dijo:
“Querida familia, ayer
emprendí un viaje hacia una tienda lejana a nuestro pueblo en busca de regalos
perfectos para ustedes, regalos por los cuales me pasé todo el año ahorrando
dinero para conseguirlos y que puedan hacerlos felices. Pero al regresar ya con
los regalos, me di cuenta que el mejor regalo que les puedo dar es mi amor, no
importa la cantidad de regalos que recibamos si no estamos con las personas que
más amamos. Quiero que esta Navidad mi regalo para ustedes sea el amor. Quiero
que esta Navidad Jesús nazca en su corazón”
Los ojos de su
familia se llenaron de lágrimas y todos se abrazaron, fueron a cenar y luego
salieron a dar un pequeño paseo. Casi al anochecer se pararon a contemplar su
pequeña y hermosa ciudad diciendo al mismo tiempo: ¡Feliz Navidad!
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